Era una de esas mañanas en las que la lectura del periódico provocaba un desánimo absoluto. Imagino que muchos de los que estén ahora leyendo estas líneas habrán vivido una situación parecida. Pesimismo, indignación y desánimo eran mis sentimientos ante lo que ocurría en España como consecuencia de la actitud del nacionalismo vasco.
Esa mañana estaba con María San Gil, Vicepresidenta de la Fundación Villacisneros, comentando la última deslealtad de los nacionalistas, las cuestiones eran recurrentes: excarcelación de terroristas, unidad de las formaciones independentistas –legales o ilegales– en su chantaje al Gobierno de turno, demandas de impunidad y acercamiento de presos de ETA, ofensas a España y sus símbolos, coacción y discriminación permanente de los no nacionalistas, abandono de la Iglesia a las víctimas y apoyo al diálogo para «solucionar el conflicto», adoctrinamiento en la educación construyendo un pasado inexistente y fomentando el odio a España etc. Y todo esto, repetido un día tras otro, ante una sociedad indiferente que aceptaba con normalidad la manipulación a la que era sometida por un régimen nacionalista instaurado en el País Vasco desde hacía cuarenta años.
¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Qué ha pasado en la sociedad española y especialmente en la vasca, para que soporte toda esta indignidad sin reaccionar? Y peor aún ¿Por qué las prisas actuales para olvidar lo ocurrido en España durante cincuenta años de terror? ¿Por qué no identificar a los responsables, los cómplices y los beneficiarios, sí beneficiarios, de cincuenta años de terror? Solo una sociedad cobarde y pusilánime admite que todas estas preguntas queden sin respuesta.
Iñigo Gómez-Pineda Goizueta,
Presidente de la Fundación Villacisneros