¿Se puede hablar de fake news en la Edad Media? ¿Puede un problema tan fragoroso y actual tener algo que ver con la época de los austeros monasterios? Sería mejor abandonar la idea de una Edad Media caracterizada por solemnes silencios y sagrados coros gregorianos y aceptar una sugestión sonora totalmente diferente: el Medievo es la época del ruido. La sociedad medieval es viva, activa, palpitante y produce una enorme cantidad de ruido: un conjunto de voces, de gritos y de susurros proceden de los mercados, de las cortes y de los ambientes del saber. Muchas de esas voces relatan noticias y un exorbitante número de esas noticias son falsas. A este respecto la Edad Media posee un primado inalcanzable que la distingue de todas las demás eras del hombre. Porque si muchas son las noticias falsas que se crearon y difundieron en este periodo, aún más son aquellas que se han creado posteriormente en torno a ella. No hay época que haya sido tan maltratada como esta. Por tanto, qué debemos hacer los historiadores? Estudiar, apasionarnos y seguir buscando. Los investigadores que participan en esta empresa guiarán al lector por un camino dificultoso entre las falsas noticias que se formaron en este periodo: Francesco Massetti con la Donación de Constantino, Davide Del Gusto con Juan de Mandeville y sus supuestos viajes y Enrique Cantera con el antisemitismo y los libelos de sangre. Otros nos desvelarán algunas llamativas construcciones más contemporáneas sobre grandes personajes medievales; es este el caso de Alfonso Marini y las numerosísimas fake news sobre san Francisco de Asís, de Francesco D’Angelo y la herencia inventada de los vikingos en Norte América y, finalmente, de David Porrinas con el Cid Campeador y su mito viviente. Porque el buen historiador no se da la vuelta cuando se encuentra con una falsa noticia, como si esa fuera la parte pútrida de un fruto maduro. El buen historiador se emociona al encontrarse frente a un bulo medieval porque sabe que queda mucho trabajo por delante; porque sabe que queda mucha Humanidad por conocer.