José Ibáñez Martín y la ciencia española: El Consejo Superior de Investigaciones Científicas
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Recién terminada una devastadora guerra civil, la primera ley que se aprueba en España crea un organismo, el CSIC, dedicado al fomento, la orientación y la coordinación de la investigación científica. Tal decisión expresa el interés que tenía el Ministro de Educación Nacional, José Ibáñez Martín, hacia la investigación, según había manifestado en sus intervenciones como diputado durante la República. El CSIC se funda con la noble ambición de cultivar todos los saberes, tanto teóricos como aplicados y de vincular los resultados obtenidos con las necesidades del país, buscando el aprovechamiento de las energías presentes en todo nuestro territorio, y tratando de conocer los mejores centros de investigación extranjeros. Esta tarea seguía la norma de la continuidad, procurando la integración en el CSIC de todos los que cultivaban la investigación, primeramente de los que habían trabajado en la Junta de Ampliación de Estudios. Los obstáculos que hubo que vencer fueron inmensos y los frutos conseguidos no siempre alcanzaron las metas fundacionales. Pero tiene interés recordar al Dr. Marañón, cuando declaró en 1952 que «en nuestro país no han tenido nunca los hombres de ciencia tantas posibilidades de trabajar y de ser ayudados por el Estado en sus afanes como bajo la tutela del Consejo Superior de Investigaciones Científicas» o las elogiosas palabras hacia el CSIC pronunciadas en 1950 por diversos Premios Nobel, como Sverdberg (Suecia) o Hahn (Alemania), que dijo en Madrid hemos visto lo que un país pobre que comprende realmente la vital necesidad de una investigación científica y técnica puede hacer por el fomento de la ciencia cuando se lo propone seriamente». Evidentemente, los beneficios que ha aportado el CSIC a la sociedad española desde el 1939 se deben al trabajo abnegado de muchas personas. Entre ellas, es justo destacar el realizado por Ibáñez Martín, que fue su Presidente durante 29 años, y el de su colaborador, José Mª Albareda, que fue el Secretario General, hasta su fallecimiento en 1966. Este libro, que se edita sin apoyo estatal alguno, pretende ofrecer una visión general del compromiso con la ciencia española de José Ibáñez Martín, cuya figura despierta cada vez mayor atención.
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